Hielo y Fuego Wiki
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El Siglo Sangriento fue un período de caos en Essos que duró aproximadamente un siglo y comenzó tras la Maldición de Valyria. Este período está marcado por guerras entre las Ciudades Libres y por la hegemonía y posterior caída de Volantis.

Guerras volantinas[]

Antecedentes[]

Tras la Maldición, lo que siguió fue el caos. Todos los señores dragón se encontraban en Valyria, como de costumbre, a excepción de Lord Aenar Targaryen, sus hijos y sus dragones, que habían volado a Rocadragón y, por tanto, habían escapado de la Maldición. Algunas crónicas sostienen que unos cuantos más también sobrevivieron, pero sólo durante un tiempo; se salvaron varios señores dragón en Lys y Tyrosh, pero sus ciudadanos los asesinaron junto con sus dragones en la agitación política que siguió a la Maldición. Las historias de Qohor afirman que Aurion, un señor dragón que visitaba la ciudad, reunió fuerzas entre los colonos qohorienses y se proclamó primer emperador de Valyria. Se fue volando a lomos de su enorme dragón, con 30.000 hombres que lo seguían a pie, para reclamar lo que quedaba de Valyria y restablecer el Feudo Franco, pero nadie volvió a verlo nunca, ni tampoco a su ejército.[1]


Desarrollo[]

Volantis, la Ciudad Libre más antigua y poderosa, y la primera hija de Valyria, se proclamó heredera de Valyria, y sus habitantes creyeron ser los gobernantes legítimos del mundo. Hombres y mujeres de sangre noble valyria, aunque no señores dragón, incitaron a la guerra; los Tigres, como se conocía a los volantinos que deseaban la conquista, se enfrentaron a las otras ciudades libres.

Al principio, sus flotas y ejércitos se impusieron: una flota volantina tomó Lys y un ejército volantino capturó Myr, gobernándolas durante dos generaciones; ocuparon el cauce sur del Rhoyne, tomando las ciudades de Volon Therys, Valysar y Selhorys. Pero la ambición los perdió: cuando trataron de apoderarse de Tyrosh, el floreciente imperio se derrumbó. Inquieta por la agresión volantina, Pentos se unió a la resistencia de los tyroshis; Myr y Lys se rebelaron, y el Señor del Mar de Braavos envió una flota de 100 barcos para ayudar a Lys. Además, el Rey de la Tormenta de Poniente, Argilac el Arrogante, llevó un ejército a las Tierras de la Discordia (empujado por las promesas de oro y gloria), que derrotó a una hueste volantina que intentaba reconquistar Myr. Además, la que Volantis envió para hacerse con Valyria desapareció en el mar Humeante.

Durante eso años, destacó el Triarca Horonno, un héroe volantino elegido ininterrumpidamente durante cuarenta años, hasta que finalmente perdió el apoyo popular al declararse Triarca vitalicio, siendo finalmente ejecutado atándolo a dos elefantes.[2]

Según fuentes semi-canónicas, anteriormente había llegado a Rocadragón una petición de Volantis para que ellos y sus dragones se unieran en una alianza contra las demás ciudades libres. Sin embargo, los Targaryen decidieron no intervenir y rechazaron la oferta. Aún así, cerca del final de la guerra, el futuro Conquistador, el todavía joven Aegon Targaryen, se vio involucrado en la lucha. Sus antepasados siempre habían mirado hacia el este, pero desde muy joven él solo tuvo ojos para el oeste. No obstante, cuando Pentos y Tyrosh acudieron a él para pedirle que se uniera a la gran alianza contra Volantis, los escuchó. Y, por motivos aún desconocidos, aceptó, al menos hasta cierto punto. Se dice que voló hacia el este a lomos del Terror Negro, se reunió con el príncipe y los magísteres de Pentos y desde allí voló a Lys, donde llegó a tiempo de incendiar una flota volantina que se disponía a invadir la ciudad.

Volantis sufrió aún más derrotas, como la del Lago Puñal, donde las galeras de Fuego de Norvos y Qohor destruyeron la mayor parte de la flota volantina que controlaba el Rhoyne, o la del este, cuando los dothrakis salieron en masa del Mar Dothraki, arrollando a su paso ciudades y pueblos para invadir la debilitada Volantis, hasta que entre el bosque de Qohor y los manantiales del Selhoru solo quedaron ruinas y hierbas.

Al final, los Elefantes (la facción volantina partidaria de la paz, compuesta principalmente por ricos comerciantes y mercaderes cuya actividad se resentía con la guerra) arrebataron el poder a los Tigres y pusieron fin a la lucha.[3][4]


Consecuencias[]

Una vez que la hegemonía volantina fue destruida, Aegon Targaryen se centró exclusivamente en Poniente, comenzando a planificar su conquista.

La ciudad de Volantis siempre ha sido gobernada desde entonces por el partido de los Elefantes; a veces, los Tigres logran que alguno de sus triarcas sea elegido, pero los Elefantes siempre mantiene al menos a dos de los suyos en el gobierno. Además, aunque la mayoría de sus conquistas acabaron perdiéndose, la ciudades de Selhorys, Valysar y Volon Therys, en el curso bajo del Rhoyne, se mantuvieron en su poder.

No obstante, la preeminencia política entre las ciudades libres pasó a manos de Braavos. Tras un siglo de guerra, Volantis había quedado deshecha, arruinada y despoblada.[5]

Las Tierras de la Discordia, una zona otrora rica, fueron devastadas, transformándose en un erial de huesos, cenizas y campos sembrados de sal, hogar de multitud de compañías libres, surgidas durante esta época.[6] Esta devastación tan solo se acrecentó aún más gracias a las constantes guerras entre Lys, Tyrosh y Myr, pues dado que las ciudades libres ya vivían sin peligro, comenzaron a guerrear entre ellas por beneficios económicos. Además, también surgieron en esta época la lacra de las flotas piratas, que comenzaron a infestar los Peldaños de Piedra.[7]

Agitación política y destrucción dothraki[]

Fue asimismo tras la caída de Valyria que los dothrakis se unificaron por primera vez y dejaron de ser pequeñas tribus dispersas e inofensivas que habitaban en el interior de las llanuras centrales de Essos, a formar enormes khalasares bajo el mando de Khals que saquearon y destruyeron gran parte de las naciones del continente.


En Sarnor[]

Tras la Maldición de Valyria, la confederación de reinos sarnoreses tardaron menos de cien años en caer. Mientras las ciudades libres del oeste se enzarzaban en una lucha encarnizada, en las praderas del este también estalló la guerra. Durante los años que siguieron a la Maldición, los jinetes de las estepas orientales, divididos en decenas de tribus en guerra perpetua entre sí, se unieron bajo el mando de un solo líder, un Khal dothraki llamado Mengo. Cuando, ya anciano, había unificado todas las tribus bajo su mandato, dirigió la mirada al oeste.

Durante siglos, los señores de los caballos nada más que una molestia para los hombres altos, y estos desdeñaron demasiado tiempo la amenaza del este, incluso cuando los khalasars comenzaron a atacar las marcas orientales. Algunos reyes trataron de utilizar a los dothrakis: les ofrecieron oro, esclavos y otros obsequios a cambio de que lucharan contra sus enemigos. Khal Mengo aceptó los regalos con mucho gusto... y se quedó también con las tierras. Quemó campos, granjas y ciudades y devolvió las praderas al estado salvaje, pues la tierra es la madre de los dothrakis y consideran pecado hender su carne con palas, hachas y arados.

Los hombres altos no advirtieron el peligro hasta que el hijo de Mengo, Khal Moro, condujo su khalasar hasta las puertas de Sathar, la fabulosa Ciudad de la Cascada. Los dothrakis vencieron en batalla a los hombres de Sathar, los pasaron por la espada y tomaron a sus mujeres e hijos como esclavos; tres cuartas partes de estos fallecieron en la extenuante marcha al sur hasta los mercados de esclavos de Hazdahn Mo, la ciudad ghiscaria de las colinas. Sathar, el poblado más hermoso de las praderas, quedó reducido a cenizas y escombros. Está escrito que fue Khal Moro personalmente quien rebautizó las ruinas: las llamó Yalli Qamayi, el lugar de los Niños Aullantes.

Ni siquiera entonces se unieron los reyes de Sarnor. Mientras Sathar ardía, los reyes de Kasath, al oeste, y Gornath, al norte, enviaron sus ejércitos, pero no en ayuda de sus vecinos, sino para reclamar parte del botín. Kasath y Gornath, ávidas de tierras, llegaron a enfrentarse: libraron una batalla campal a tres días de al oeste de Sathar, mientras en el cielo oriental se alzaban penachos de humo negro.

A partir de ese momento, las grandes ciudades de Sarnor fueron cayendo una tras otra ante los dothrakis. En las crónicas de El fin de los hombres altosLas tribus de los caballos: estudio de los nómadas de las llanuras orientales de EssosBatallas y asedios del Siglo Sangriento, y Ciudades en ruinas, dioses robados se relatan detalladamente los acontecimientos de la caída de las ciudades sarnoresas.

Sathar fue la primera ciudad de las praderas que cayó en manos dothrakis, pero ni mucho menos la última. Seis años más tarde, Khal Moro arrasó también Kasath. Por increíble que parezca, los jinetes atacaron con ayuda de Gornath, cuyo rey había hecho causa común con los dothrakis y había desposado a una de las hijas de Moro. Y Gornath fue la siguiente en caer, al cabo de doce años. Para entonces, Khal Horro había dado muerte a Khal Moro, con quien pereció el linaje del poderoso Khal Mengo. El rey de Gornath murió a manos de su esposa dothraki, quien, según se cuenta, lo tildaba de débil. Khal Horro la desposó de nuevo mientras las ratas devoraban el cuerpo de su difunto marido.

Horro fue el último gran khal que contó con la lealtad de todos los clanes dothrakis. Solo tres años después de la destrucción de Gornath, murió a manos de un rival, su gran khalasar se dividió en una docena de hordas menores y los jinetes reanudaron sus rencillas. No obstante, el alivio de Sarnor no duró mucho: había mostrado su debilidad y los khals que sucedieron a Horro compartían su gusto por la conquista. En los años siguientes, rivalizaron invadiendo territorios cada vez más amplios, destruyendo las ciudades de las praderas, esclavizando a sus gentes y llevando de botín a Vaes Dothrak los ídolos caídos como testimonio de sus victorias.

Las ciudades de los hombres altos cayeron una tras otra; solo quedó ruina y ceniza donde se alzaran sus orgullosas torres. Para los eruditos y estudiosos de la historia fue especialmente trágica la desaparición de Sallosh de la Costa de Plata, porque, cuando ardió, la gran biblioteca la acompañó en las llamas, y casi toda la historia de los hombres altos y de los pueblos anteriores se perdió para siempre.

Pronto la siguieron Kyth y Hornoth, destruidas por Khals rivales que pretendían superarse en brutalidad. Mardosh la Inconquistable, que estaba fortificada, fue la que desafió durante más tiempo a los señores de los caballos: resistió seis años, aislada del entorno y sitiada por una sucesión de khalasars. Acuciados por el hambre, los mardoshitas devoraron a sus perros y caballos; luego probaron las ratas, los ratones y otra alimañas, y acabaron por comerse a sus propios muertos. Cuando vieron que no podían seguir resistiendo, los guerreros supervivientes de la guarnición mataron a sus esposas e hijos para impedir que cayeran en manos de los khals, abrieron las puertas de la ciudad y lanzaron un último ataque. Ninguno salió con vida. Los dothrakis bautizaron las ruinas como Vaes Gorqoyi, la Ciudad de la Carga Sangrienta.

Con la caída de Mardosh, los reyes sarnoreses comprendieron por fin la gravedad del peligro, dejaron disputas y rivalidades a un lado y reunieron ante la muralla de Sarnath un gran ejército formado por seis mil carros de guerra, veinte mil jinetes y cien mil lanceros y honderos, dispuestos a acabar para siempre con el poder de los Khals. Liderados por Mazor Alexi, el último Alto Rey, atacaron con arrojo por el este, y entre las altas hierbas, a medio camino entre Sarnath y las ruinas de Kasath, se toparon con una fuerza conjunta de ochenta mil jinetes de formada por Khal Haro, Khal Qano, Khal Loso y Khal Zhako, en lo que se conocería como Campo de Cuervos.

Aunque inicialmente parecía que los sarnoreses vencerían, los dothrakis les tendieron una trampa y les rodearon, masacrándolos. Se dice que más de cien mil hombre murieron ese día, entre ellos Mazor Alexi, seis reyes menores y sesenta señores.

Sarnath, la de las Altas Torres, indefensa, cayó ante Loso el Cojo quince días después. Ni siquiera el Palacio de las Mil Estancias se libró cuando el khal incendió la ciudad. Las ciudades restantes cayeron una tras otra mientras el Siglo Sangriento tocaba a su fin. Sarys, en la desembocadura del Sarne, fue la última en sufrir el infortunio, pero dejó poco para el saqueo, pues casi toda su población se había dado a la fuga cuando Khal Zeggo Invadió la ciudad.

De todas las ciudades sarnoresas, la única que no es encuentra en ruinas es Saath, una triste urbe portuaria que apenas es una sombra de lo que fue y que sobrevive gracias al apoyo de Ib y de Lorath, por su vecindad con la colonia lorathia de Morosh. Solo los habitantes de Saath siguen llamándose tagaez fen.[8]


En las Ciudades Libres[]

Tras la caída de Sarnor, los dothrakis no se detuvieron allí, sino que continuaron subyugando y exterminando a otros pueblos. La colonia valyria de Essaria, en ocasiones recordada como la Ciudad Libre Perdida, también fue aplastada de un modo similar, y hoy sus ruinas son conocidas por los dothrakis como Vaes Khadokh, la Ciudad de los Cadáveres.

Tiempos después Khal Temmo intentaría conquistar Qohor, pero las habitantes de la ciudad compraron en el último momento tres mil Inmaculados en Astapor. Khal Temmo lideró dieciocho veces se lanzaron los dothrakis a la carga para estrellarse contra escudos y lanza. Tres veces ordenó Temmo disparar a los arqueros, y las flechas cayeron como lluvia sobre los Tres Mil, pero los Inmaculados se limitaron a levantar los escudos. Al final, sólo quedaron seiscientos Inmaculados, pero en aquel campo yacían muertos doce mil Dothraki, incluyendo a Temmo, a sus jinetes de sangre, sus kos y todos sus hijos.

En la mañana del cuarto día, el nuevo khal llevó a los supervivientes ante las puertas de la ciudad en procesión solemne. Uno por uno, todos los hombres se cortaron las trenzas y las tiraron a los pies de los Tres Mil. Desde entonces, la guardia de Qohor está compuesta por Inmaculados, que visten yelmos con trenzas de pelo humano.[9][10]

En la Bahía de Esclavos[]

Tras la Maldición, las ciudades ghiscarias se vieron libres por fin del yugo de Valyria, bajo cuyo gobierno llevaban subyugadas desde el fin de la quinta guerra ghiscaria y la destrucción del Antiguo Imperio. No obstante, y a pesar de que las ciudades ghiscarias comerciaron con los dothrakis a cambio de esclavos, no se vieron libres de sus ataques; todos los asentamientos junto al río Skahazadhan fueron destruidos por los dothrakis: Vaes Diaf, Vaes Efe, Krazaaj Has y Vaes Mejhah.[11]


En el Desierto Rojo[]

Los qaathecas eran un pueblo que, si bien originalmente habitaban en las llanuras de lo que sería el Mar Dothraki, habían sido desplazados por los sarnoreses hacia el sur para fundar nuevas ciudades-estado. Al poco de su llegada, las fértiles tierras meridionales se desertizaron, convirtiéndose en el Desierto Rojo.

El pueblo qaatheca se encontraba en su ocaso cuando llegó la Maldición, y cualquier esperanza de medrar en el caos del Mar del Verano se esfumó con los ataques dothrakis, que destruyeron las ciudades qaathecas de Vaes ShirosiVaes OrvikVaes Qosar y Vaes Tolorro, salvándose únicamente Qarth gracias a sus Murallas Triples.

No obstante, en cierto modo esta ruina significó el resurgir de Qarth. Obligado a mirar al mar, el Sangrepura regente ordenó construir una gran flota y tomó las Puertas de Jade, el estrecho entre Qarth y Gran Moraq que conecta el Mar del Verano con el Mar de Jade. Con la flota valyria destruida y Volantis ocupada en el oeste, la ruta más corta entre este y oeste cayó sin oposición, lo que reportó beneficios inconmensurables tanto en comercio como en derechos de paso.[12]


En Ibben[]

Tras la Maldición de Valyria, la dinastía de los Reyes Dioses de Ibben, que habían gobernado la nación insular durante al menos cien generaciones desde un descomunal castillo de piedra vasta en lo alto de Puerto de Ibben, fue derrocada, siendo el último Rey Dios arrojado desde al vacío desde lo alto de su castillo. Desde entonces, el gobierno de Ib y las islas menores recae sobre el Consejo de la Sombra, a cuyos miembros eligen los Mil, de manera similar a los consejos de magísteres de las ciudades libres.

Durante el gobierno de los Reyes Dioses, los ibbeneses habían colonizado una amplia franja de tierra en el norte de Essos, arrebatándosela a los ifequevron, un pueblo de gentes pequeñas y tímidas que habitaban en el interior de los bosques de la región. Un siglo después de la caída de los Reyes Dioses, los dothrakis, que no habían penetrado antes en esta zona por el respeto que profesaban hacia los ifequevron, comenzaron a saquear los asentamientos ibbeneses en la zona ante la negación de éstos a pagar tributo a los Khals. Aunque los ibbeneses lograron derrotar en varias batallas a los dothrakis, continuamente llegaban más. Saquearon varias veces la ciudad de Íbica, más grande y rica incluso que Puerto de Ibben, hasta que finalmente, cuando Khal Dhako llegó a saquearla, los pocos habitante que aún quedaban huyeron de vuelta a Ib en sus barcos. Enfadado, no sólo pasó la ciudad por el fuego sino también a gran parte de los alrededores, lo que le valió el apodo de el Dragón del Norte.[5] Por esta razón, los dothraki le concedieron el nombre de Vaes Aresak, la ciudad de los cobardes.

Posteriormente, Nueva Íbica fue fundada por Ibben tras abandonar Íbica con el objetivo de gobernar sus disminuidos territorios en el continente. Construida en una pequeña península rodeada por el mar, la ciudad esta defendida por un muro de madera casi tan largo como el Muro de hielo de la Guardia de la Noche, aunque sólo tiene un tercio de su altura. Es una imponente empalizada de tierra y madera salpicada de torres defensivas y protegido por una profunda zanja. Pero según los marineros, la nueva ciudad es un lugar triste y sórdido, más afín a Ib Sar que a la próspera ciudad de la antigua Íbica que los dothraki redujeron a ruinas.[13]


En las Islas Basilisco[]

En la costa sur de la Isla de las Lágrimas, en el archipiélago de las Islas Basilisco, el Imperio Ghiscari había construido la ciudad de Gorosh. El Feudo Franco de Valyria la había capturado durante la Tercera Guerra Ghiscaria, y la había renombrado como Gogossos. Desde entonces, se había convertido en una colonia penal donde los valyrios enviaban a sus peores criminales para servir en trabajos forzados, y la isla se convirtió en un lugar oscuro y violento; en los calabozos de los torturadores idearon nuevos tormentos, se practicaba la brujería de sangre del tipo más oscuro y las mujeres eran obligadas a yacer con bestias para dar a luz retorcidos niños medio-humanos.

Durante el Siglo Sangriento la ciudad, que algunos llamaban la Décima Ciudad Libre, vio su riqueza aumentar en base a la esclavitud y la hechicería. Sus mercados de esclavos llegaron a ser tan famosos como los de las viejas ciudades ghiscari de la Bahía de los Esclavos. Sin embargo, setenta y siete años después de la Maldición de Valyria una terrible plaga surgió de los corrales de esclavos de la ciudad; la muerte roja arrasó la isla y, a continuación, el resto de las Islas del Basilisco. Nueve de cada diez hombres murieron gritando y sangrando copiosamente por todos los orificios. Pasaría un siglo antes de que las islas se volvieran a repoblar con la llegada del pirata qarthiense Xandarro Xhore y de la Hermandad de los Huesos, convirtiéndose en un antro de corsarios y otra clase de chusma.[14]

Referencias[]

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